jueves, 24 de mayo de 2012


BELLA FLOR


Pobre mujer, su hubiera sabido que este día que le daría vida a una persona, que desearía que no hubiera existido nunca…

Nació Flor, tan chiquitita que la podías agarrar con una mano. Pero preciosa, con unos ojos bien grandes y un poco pelona.
No preguntes por su padre, ni por su familia, ni nada. Porque nunca se supo que fue de esa gente, se esfumaron con el tiempo.

Pasaron los años, y Flor crecía rápidamente.
Ayudaba a su madre cada día, iban al campo a ordeñar las vacas, pasando por el bosque a llenar el carro de leña, volvían a casa después de horas andando a preparar la cena. Así día tras día de sus vidas.
Flor cumplió los diecisiete, en plena primavera. Ése año le cambiaría por completo la vida. Falleció su madre, no se sabe exactamente ni como fue, ni porque. Se quedó sola, no quería vivir con las monjas de Tafalla, prefería consumirse. Quiso enterrarla al cementerio abandonado, un poco más adentro del bosque.
Nunca dejó la rutina, era su trabajo, su forma de vivir, pero antes de irse a casa, cogía una flor bonita del bosque y se la llevaba a su madre. Sabiendo que era lo que más le gustaba, la naturaleza, las flores, Flor. Por cada flor dejada, derramaba una lágrima de tristeza.
Media vida se pasó visitándola acompañada de ésa flor.

Ella, quedó tumbada abrazando la tumba de su madre y nunca más se levanto.

La nueva familia que habita ésa casa dice que de su alma nació un rosal con rosas grandes y blancas, que olían como el perfume de la bella Flor.

Júlia Hernández Pascual

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