jueves, 31 de mayo de 2012


Era un hombre muy solitario nadie sabía nada de él, se rumoreaba que fue un pirata de la época. Lo dejo todo por seguir su sueño que era hallar lugares del pasado histórico que estuvieran encantadas y poder escuchar las historias que contaban los fantasmas sobre el pasado, viajo por el mundo.
Encontró varios sitios y le fue bien hasta un día llegó a unas ruinas de un castillo medieval un poco lejos había un monasterio, uno de los monjes que vivía allí le contó que los fantasmas del castillo eran muy hostiles y no aceptaban la presencia humana, todo aquel que se acercase quedaría hechizado por una bella mujer pálida y con ojos de color de miel, el chico no le hizo caso solo estaba centrado en su sueño.
Espero las once de la noche con impaciencia en los escombros del castillo bien escondido, empezó a escuchar una música bella y hermosa pudo deducir que se celebraba un banquete pero de repente se encontró cara a cara con una bella mujer tal y como le dijo el monje intento huir pero fue demasiado tarde para él la mujer lo hechizo para siempre, obligándolo a viajar por todos los lugares del mundo buscándola sin dormir y sin comer se le marcaban todos los huesos, daba tal imagen que parecía un muerto .

 






























Ariadna Peris



jueves, 24 de mayo de 2012


 Adicción al amor

Aleixo y Aurora eran novios, los dos eran muy  jóvenes y pero a pesar de eso estaban muy enamorados. Pero Aurora tenía un grave problema de adicción a las drogas. Podías ver como cada mañana traía esa pálida piel de cansancio y esa tristeza en las pupilas. Aleixo le advirtió que no podía seguir así, que no la quería perder, que si ella moría su vida no cobraría sentido, y el día que se fuera se iría con ella. Los padres de Aurora ya le habían llevado a rehabilitación pero al salir de allí volvía a recaer, la droga siempre estaba a su alrededor.
            Él decidió llevársela unos días de acampada al lago, una especie de “desintoxicación”. Mas unidos no podían estar, cada abrazo que se daban, era como ver el amor en persona. Se fueron a dormir acurrucados, durmieron poco ya que  estuvieron hablando unas buenas horas y estaban cansados. Amaneció, le cogió de la mano y la miró con amor, pero ese gélido frio en las mejillas aún sonrosadas, le hizo pensar demasiado pronto por las consecuencias que tendría. Entro en cólera, parecía que le fuesen a caer lagrimas de sangre cogió el cuchillo y se lo empuño.





Laia Vallvé López



  


Duelo de amor


Duelo de amor


En un pueblo cercano a Bilbao se cuenta desde hace años una leyenda, no sabemos si es verdad o no pero por si a caso no lo pondremos en duda.
Hace muchos años en lo alto de una montaña llamada Anavátolo vivía un humilde pastor que tenía dos hijas, Helena y Valeria. Las dos eran de un carácter totalmente opuesto al de la otra, pero tenían algo en común, la belleza y la elegancia, las dos con una piel blanca increíble los ojos claros y los labios rosados. Helena hacía 6 meses que había contraído matrimonio con un joven llamado Armando, los dos eran muy felices. Valeria era una chica muy abierta, pero delante los hombres era muy reservada e intentaba mantener las distancias, menos con uno Fernando. Él era hijo del duque, el enemigo de los pueblos de la zona, pero ella hacia tanto tiempo que estaba enamorada del él y lo quería tanto, que le daba igual todo. Fernando era un chico elegante, romántico y tan poético, siempre escribía poemas y eso a su padre no le gustaba mucho. El duque siempre le decía que tenía que salir a luchar por lo que quería realmente ya fuera en una batalla o en búsqueda del amor de su vida. Él nunca le hacía caso hasta que conoció a Valeria. Se fueron conociendo poco a poco  y ella cada día lo quería más, él se sentía a gusto con ella pero no quería nada, solo amistad. Fernando fue paseando por el pueblo de Valeria donde un día se encontró a Helena.  Se enamoró locamente de ella y decidió ser valiente y decírselo. Le daba miedo pero gracias a los sermones de su padre y a las largas tardes que había pasado al lado de Valeria quien le enseño a luchar por lo que quería, se decidió a hacerlo.
Pasaron los días y los dos se caían bien pero Helena era una mujer casada y solo podía tener ojos para su marido. Fernando le enviaba cartas con poemas muy románticos, pero por mala suerte una mañana esa carta llego a manos de Armando, el marido de Helena. Este se enfado mucho y fue a buscarlo para batirle ha un duelo por el amor de Helena. Los dos quedaron a escondidas de la chica. La mañana siguiente los dos lucharon y Armando perdió y murió. Fernando también quedo mal herido. Helena al enterarse que su marido había muerto decidió poner fin a su vida con una espada. El hijo del duque paso unos días muy malos ya que quedo mal herido en muchas partes del cuerpo, pero saber que Helena había muerto hizo que empeorada y que en pocos días muriera. Valeria decidió marcharse lejos de aquel sitio y se metió en la profundidad del bosque donde nunca más se la vio salir.
En la actualidad, se cuenta que si las noches de luna llena vas al bosque, se te aparece el fantasma de Valeria contándote su triste historia.

 Meritxell Estivill Alabart


Johann Friedrich Overbeck








BELLA FLOR


Pobre mujer, su hubiera sabido que este día que le daría vida a una persona, que desearía que no hubiera existido nunca…

Nació Flor, tan chiquitita que la podías agarrar con una mano. Pero preciosa, con unos ojos bien grandes y un poco pelona.
No preguntes por su padre, ni por su familia, ni nada. Porque nunca se supo que fue de esa gente, se esfumaron con el tiempo.

Pasaron los años, y Flor crecía rápidamente.
Ayudaba a su madre cada día, iban al campo a ordeñar las vacas, pasando por el bosque a llenar el carro de leña, volvían a casa después de horas andando a preparar la cena. Así día tras día de sus vidas.
Flor cumplió los diecisiete, en plena primavera. Ése año le cambiaría por completo la vida. Falleció su madre, no se sabe exactamente ni como fue, ni porque. Se quedó sola, no quería vivir con las monjas de Tafalla, prefería consumirse. Quiso enterrarla al cementerio abandonado, un poco más adentro del bosque.
Nunca dejó la rutina, era su trabajo, su forma de vivir, pero antes de irse a casa, cogía una flor bonita del bosque y se la llevaba a su madre. Sabiendo que era lo que más le gustaba, la naturaleza, las flores, Flor. Por cada flor dejada, derramaba una lágrima de tristeza.
Media vida se pasó visitándola acompañada de ésa flor.

Ella, quedó tumbada abrazando la tumba de su madre y nunca más se levanto.

La nueva familia que habita ésa casa dice que de su alma nació un rosal con rosas grandes y blancas, que olían como el perfume de la bella Flor.

Júlia Hernández Pascual

miércoles, 23 de mayo de 2012


El lado oscuro de tu claridad



Nuevamente, hallo una injusticia, hallo el engaño, dejando ir mi genio endemoniado. La ira me envuelve, jamás volveré a confiar en ti. Al acercarme mi respiración se acelera pero se retiene a la vez. Eres inmenso , veloz y hermoso pero solitario. Tal vez ese halla sido el motivo del arrebato.

 Todos los días te observábamos cogidos de la mano, resoplando entre el viento nuestros besos... Lo sabías... Sabías que era mía, aun así la seducías, con tus ondas, tus destellos a la luz del sol y tu cálida temperatura.
Y así fue, fue tuya mi mujer, dejaste que se durmiera entre tus brazos naufragando en tu corazón
Mi amor, tu que estás entre las brumas, sedúceme como lo hicieron contigo, quiero estar junto a ti porque solo tu eres mi alivio.

Astrid Sarria.

Aquel lugar, tan perfecto lugar.

Todos los días, al amanecer, ver tu bello rostro me hace estremecer.
Cada noche, sueño, sueño con un beso tuyo. Te quiero, te lo repito y repito cuando nuestras miradas  se cruzan al bajar las escaleras.
Esperar tu respuesta a mis saludos se convierten en los segundos más absurdos, porqué hace que me sienta estúpido no poder mencionarte algo más que los buenos días.

Por fin llegó el día, el día de poder darte un tema de conversación y dejarte conocer mi verdadero yo, no como  un simple caballero que te manda una razón del patrón , si no como una posible ilusión para ti, que veas en mí un posible amante al que puedas brindar tu amor. Sería una gran dicha para mí.
Verte bajar por las escaleras y poder decirte lo bella que estás, darte un beso que te ponga a delirar, a escondidas como si fuéramos unos delincuentes, tiernos como jóvenes enamorados… Solo conocerás mi talón de Aquiles....                                                                                            
                                                                                          
 Blanca Esteban Moix

Amor entre rejas

Amor entre rejas

Hoy es el día, no tengo demasiado tiempo para contar por qué estoy aquí, por qué tengo tanto miedo y sobretodo por qué solo en pensar que no la volveré a ver nunca más me pongo enfermo.
Todo pasó aquella noche donde fui al sitio más adecuado para encontrar lo que buscaba. Al castillo del rey. Yo sólo necesitaba unas monedas para que mi familia pudiera comer y vivir el día a día con normalidad, ya que pasamos tiempos muy difíciles.
Subí las escaleras y entré en una habitación oscura, empecé a buscar entre los cajones y abrí el armario. De repente, éste se cerró violentamente detrás de mí, cosa que despertó a la princesa. Ella se levantó en seguida y abrió la luz. Me clavó sus ojos claros e intensos. Nos quedamos unos segundos inmóviles mirándonos el uno al otro, tiempo suficiente para que yo pudiera salir corriendo. Pero no lo hice. Me quedé en pie al centro del dormitorio, mis pies no respondían y mi mirada no quería apartarse de aquel rostro pálido y perfecto.
-¡Socorro! ¡Me están robando! La princesa gritó, se rompió toda la magia que se había creado en aquellos pocos segundos de quietud. Era demasiado tarde, ya tenia a dos hombres encima que me llevaron a un cuarto frío donde pasé la noche.
Que guapa estaba. Cuando abrí los ojos la pude ver de pie al otro lado de las rejas. Sólo unas horas fueron suficientes para que acabáramos enamorados locamente el uno del otro. Podíamos hablarnos, mirarnos, tocarnos, besarnos… pero siempre nos estarían separando aquellas rejas que se quedaran grabadas en mi memoria toda la vida. Sólo deseaba salir de ahí y escaparme con ella a un lugar donde no nos pudieran encontrar jamás.
Cómo ya he dicho antes, hoy es el día, estoy subiendo las escaleras hacia mi final, puedo notar la presencia de un hombre que me empuja, my cuerpo está temblando pero mi mente y mis ojos aún la buscan entre la gente. Gente que grita y me señala con el dedo. No me importa. Yo quiero verla, aunque sea por última vez. No me puedo ir de éste mundo con la imagen de aquella escena, quiero que mi mente se quede con su rostro y su belleza.
No puedo ver nada, me han tapado la cara, oigo voces. Última noticia: la princesa ha muerto.


Laura Baella

ADIÓS AMOR, ADIÓS VALERIA

Él, otra vez él, el chico que siempre veo, se tumba en la hierba y sueña en cosas fantásticas, se despierta y se va. Todos los días hace lo mismo.
Hoy con diferencia, ha venido muy pensativo, con un papel, un bolígrafo y su manta roja de siempre, aunque está como más alterado. Se ha asustado y, lamentándolo mucho se ha puesto a escribir, no sé que pone en esa carta pero parece hacerlo con mucho entusiasmo. Llora desconsoladamente. Nunca lo había visto así.                                          
Desde aquí, mi casa, puedo verlo cada día, pero nunca me he atrevido a preguntarle nada. - ¿Y si voy y le pregunto qué le pasa? No da igual, pienso entre mi-. Veo que se va y digo, ahora es el momento; ¿ A ver que estará escribiendo para estar tan triste? Voy hacia allí, me acerco a su manta y leo lo que pone en esa carta.
Hoy, 11 de mayo de 2003, escribo esta carta para que sepas lo mucho que te quiero, lo mucho que he pensado y soñado en ti. Seguramente no sabrás ni quién soy, ni cómo y porqué te conozco, pero me da igual, no me importa esto.                                                                                                ¿Sabes?, soy Bernardo y tengo 26 años, te vi en la Calle Mayor el día de tu aniversario. Te miré y pensé que eras la mujer perfecta, aunque no para mi, para mí ya eres demasiado. Durante todo este tiempo he estado pensado en ti, intentando poder verte alguna vez más, pero no he podido. Pienso que podría ser el destino, que tal vez no debamos conocernos nunca, así que haciendo caso a la realidad, en vez de a mis fantasías, puedo jurar que ya no nos veremos más. En esta carta que espero que leas, te expreso todos mis sentimientos, una gran parte de mí, de mi vida.
Sé que después de leer esta carta, tu vida va a seguir igual, vas a encontrar un gran caballero que te hará feliz, pero no me olvides princesa Valeria, no lo hagas.
Podrías pensar que estoy loco, que por qué hago esto, si no va a servir para nada, no nos veremos nunca, pero yo te esperaré. Te he esperado, aun que no lo suficiente, pero no puedo vivir pensando que cualquier día podré verte por estas calles paseando con otro gran hombre, bien vestido y con corona.
Adiós Amor, adiós Valeria…
La dejo encima de la manta, tal y cómo estaba y me voy. Es una carta de despedida, va al cielo por amor. Veo que él viene, con una caja entre las manos, mete la carta dentro de ella y la lleva delante del castillo de la amada, un poco lejos de allí dónde escribe.                                                                                                         Al cabo de un rato, vuelve con la cabeza gacha y, con desánimo sigue un camino que llega a un lugar del que no se vuelve; un vacío precipicio…
Alumna: Júlia Estivill 

El diario de Diana

Noemí Amorín García

Tiraron todas las fotos después de ese suicidio, para poder olvidar lo sucedido. Pero el hijo menor después de 20 años, encontró en su habitación un diario, el decidió empezar a leerlo sin saber lo que le esperaba:

Hoy parece un nuevo día, después de celebrar que ayer cumplí 18, parece que mi pelo más oscuro que nunca y mis ojos más azules. El sol apareció por la ventana, sabía que hoy sería un gran día. Mi padre, Mateo, me avisó de que iríamos a la casa de Pedro y Celestina unos amigos. Llegué muy cansada pero primero tuve que saludar:  A los padres y Leandro, su hijo, que la verdad no estaba de mal ver. Me acompaño a la habitación un apuesto hombre, que me llevó mis maletas, y cuando se fue vi como movía el viento su largo y hermoso pelo hasta los hombros. Durante el resto del día me lo pase hablando con Leandro, que parecía un poco interesado por mí, pero yo le preguntaba sobre el apuesto hombre que me llevó las maletas pero solo le pude sacar que se llamaba Mariano.

Yo no entendía nada, ¿quién era ella?  ¿Por qué nunca nadie me había hablado de ella? Seguí leyendo:

El día de hoy fue muy ajetreado. Primero nos fuimos  a dar una vuelta en caballo por el pueblo. Leandro no me paraba de mirar y mi padre me hacía comentarios de el como si pretendiera que me casara con él o yo estuviera interesado en él. Al llegar vi cómo nos abrió la puerta Mariano, vi sus ojos oscuros y me dijo: Adelante. Durante la tarde, Leandro me llevo a una fiesta del pueblo, mientras pasaba la tarde se portó muy bien, pero al final intento acercarse a mí pero yo lo empuje y me fui a casa. Al llegar vi una nota en mi cojín, la leí, era un poema precioso. Yo esperaba que apareciera un nombre pero no fue así.

Que historia más romántica, pensé, y seguí leyendo:

Hace días que no escribo, la verdad no tuve mucho tiempo, pasaron demasiadas cosas. Descubrí que la carta era de Mariano ya que al día siguiente me leyó una delante mío a solas, no me atreví a acercarme ya que la cocinera estaba por ahí vigilando y no quería que mi padre se enterara. Pero no paso mucho tiempo hasta que nos lanzamos, pero no sé cómo Leandro se enteró, note que me miraba diferente y ya no hablábamos. Al día siguiente mi padre y yo tuvimos una charla, me dijo que no hiciera tonterías, porque estaba comprometida con Leandro por cuestiones de conveniencia, a mí eso me daba igual y preferí seguir viéndolo a escondidas. Pero ayer, nos pilló María, la cocinera, la verdad no sé qué pasara mañana pero depende de cómo vaya todo me despido de ti.

No había más páginas y me quedé con la intriga. Decidí ir a preguntarle a mi madre Ángela. Ella al principio se negaba pero pude convencerla:
-Tú tenías tan solo 2 años cuando paso todo esto, cuando tu padre se enteró de lo que pasaba con uno de los trabajadores de la casa, Mariano, y decidió matarlo. Así poder conseguir que su hija solo quisiera a Leandro, pero su amor era tan fuerte, que al día siguiente nos encontramos a tu hermana en el suelo debajo su ventana muerta.

Corría, aquella mujer blanca corría, dueña de la esquina, reina de la noche, el fantasma de la ciudad corría.
Corría para dejar atrás aquel mundo lleno de pecados apasionados, para salir de la prisión de la sociedad. Corría, por aquel hombre, por no poder amarlo, amigo de placeres, dueño de su cuerpo, corría.
corría para caer, caer en un mundo nuevo, un mundo en que los pecados no existen, quería caer y empezar una nueva vida!




Josep Moncusí Pino

EL OTRO MUNDO

Todo transcurrió hace tiempo en Inglaterra, entonces estábamos a finales del siglo XVIII. En esa época fui a vivir a casa de Isabella; todo trata sobre ella, una chica muy hermosa, con la piel palidísima y fina, el pelo castaño oscuro, con unos ojos azules con toques grises, que te cautivaban e hipnotizaban…

Ella era escritora, y hacía ya unos meses que estaba escribiendo una nueva historia, lo hacía en un prado a las afueras de la ciudad, al que nunca iba nadie, porque al final de éste, había un acantilado muy profundo i tenebroso, y a la gente le solía dar mucho miedo, pero a ella no, supongo que porque siempre había preferido la soledad, para poder pensar, relajarse, escribir…

Pues veréis, desde que empezó ese cuento estaba muy rara, más triste que nunca y sin motivo aparente, nunca me contaba nada, ya ni tan si quiera me hablaba, y justo cuando menos lo esperaba lo hizo, aunque fue lo último; lo recuerdo como si hubiera sido ayer mismo, me dijo que se encontraba un poco mal y que se iba al prado a tomar un poco el aire, que prefería estar un rato sola, que no hacía falta que la acompañara. Ese fue mi error, la dejé ir… Pasaron horas y como no volvía decidí ir a buscarla. Una vez allí, en el prado, no la vi por ninguna parte, sólo había unas hojas blancas pegadas a un árbol, me acerqué y vi que era su historia, la leí y me di cuenta de que sólo hablaba de un hombre de otro mundo, con el que se iba a reunir en un prado justo cómo en el que estaba, decía cuando él llegara, se fugarían para siempre. Al final del cuento, había una carta a mi nombre en la que decía: “Johanna lo siento, se que habrás venido hasta aquí porque estarás preocupada por mí, pero no me busques, no me encontrarás, he marchado, ya estaba cansada de esperarlo, cada día me decía que nos encontraríamos aquí pero luego nunca aparecía, así que me voy a buscarle, me voy al otro mundo, su mundo, dónde juntos al fin podamos ser felices. Te quiero muchísimo, tu amiga y hermana, Isabella.”  

Aún conservo su carta, la he leído y releído mil veces, no la entiendo, me dejó por una fantasía, pero si así era más feliz creyendo en él, y no en mí…

Y aunque hace muchísimo que no la veo, seguimos hablando, de vez en cuando, cuándo hay tormenta, para que nadie pueda oírla, mezcla su voz con la del viento, y me dice que aún no le ha encontrado, pero que jamás se rendirá. Así que sé que aún ronda entre los dos mundos en busca del amor verdadero, su amor verdadero, que en realidad nunca existió. 

                                
Amanda Garcia Gurruchaga

JÚLIA



JÚLIA

Era miércoles 30 de enero, y  Juan y yo acabábamos de tener a Júlia, nuestra preciosa hija. Cabello moreno, de piel blanca y con unos ojos muy grandes y oscuros.
Tal día como ése, Juan me dijo que tenía que llegar antes al trabajo y que por eso no podría estar a mi lado en cuando Júlia naciera. Llevábamos tanto tiempo esperando que naciera, que encontré muy extraño que pudiera faltar y más con una escusa tan mala como la era aquella.
La mañana siguiente, como bien dijo, se levanto cuando el sol aún no había salido, vi como cogía una manzana de nuestro huerto y se iba. Antes de irse, pero, vi como dejaba una carta encima del mueble del comedor. Se fue con tanta prisa que no tuve tiempo de leerla.
Me cogí fuerte de la barriga y comencé a andar unos metros detrás de él sin que se diera cuenta de mi presencia.  Ando durante 2 horas y media. Yo no podía mas, en muchas ocasiones tenia la sensación de que Júlia me iba a salir disparada. Ando sobre piedras, hierba, xarcos de barro, agua…es verdad que no eran las mejores condiciones para una mujer de 35 años y de nueve meses embarazada, pero Juan llevaba des de la noticia de mi embarazo muy extraño, i quería saber que era lo que sucedía.
Subió... bien, subimos una alta montaña durante media hora más. Yo, escondida entre los matorrales, vi como escalaba 2 pequeñas rocas, se ponía en lo más alto de ellas y gritaba. Gritaba con mucha fuerza. No decía nada en concreto, solo gritaba, la rabia le salía de la boca, no le hacia falta decir nada, sus llantos, sus gritos de dolor, hablaban por él.
Lo vi dispuesto a hacer algo, lo sabía, sabía que es lo que iba a hacer, pero no quería imaginarme que seria capaz. Pero acerté.En un abrir y cerrar de ojos, el cuerpo de Juan se lanzaba al vacío… No pude hacer nada, no pude sentir nada, no pude decirle nada, no me salían las palabras. Me había quedado petrificada.
Estuve horas llorando encima de la ultima roca que le rozó su piel, buscando desesperadamente su cuerpo en ese agujero negro, pero la niebla me lo hacía imposible. Volví a casa tras andar de nuevo esas 3 horas.
Fue justo llegar que Júlia decidió hacer el paso y empezar a buscar la luz que la guiaría hacia su nuevo mundo. Tardé 4 horas en sacarla. Suerte de mis vecinos, que me ayudaron en todo momento. En cuando pude levantarme, la mañana siguiente, fui rápidamente al comedor a coger la nota que Juan había dejado justo antes de irse. 
 I esa fue su última petición.



Mar Benach

El amor prohibido


Había una vez un hombre y una mujer que se amaban con locura. El amor no era aprobado, porque ella estaba prometido con un hombre mas grande que ella, esa mujer se llamaba Miriam y su padre la quería casar con ese hombre porque así el acambio recibiría tierras y dinero para poder mantener a su familia. El amante de Miriam se llamaba Víctor que trabajaba ayudando a su padre en el negocio familiar que era una pequeña tienda  donde trabajaban muy bien la figuras de barro, esa tienda estaba situada en el centro de la ciudad. Cada vez que quedaban para verse a escondidas Víctor siempre le llevaba una figurilla en muestra de su amor hacia ella. A Miriam le encantaba que Víctor le hiciera esas figurillas porque Miriam siempre las guardaba en una caja de madera. Víctor le insistía en que dejara abandonado a su prometido y que se fugaran a cualquier parte del mundo donde pudiera ser felices y vivir su amor sin molestias ni teniéndose que esconder de nadie. Miriam siempre le contestaba que no podía, porque no podía dejar a su padre con todas esas deudas que pagar, Víctor siempre se entristecía. Un buen día cuando Miriam y Víctor quedaron para verse el prometido de Miriam les siguió, el vio como se besaban y como le regalaba esas figurillas. Al llegar a casa el prometido de Miriam la estaba esperando y le pregunto donde había estado toda la tarde, ella le dijo que había ido a ayudar a su padre con las faenas, pero el le dijo que la había visto con Víctor, en un arrebato de celos el prometido de Miriam cogió la hacha de cortar madre y se fue a casa de Víctor y cuando se asomo por la puerta le clavo la hacha en la cabeza acabando con su vida. Miriam se escapo para ver el funeral de Víctor y en el agujero donde lo iban a enterrar le dejo la caja donde guardaba todas la figuras. A la mañana siguiente el prometido de Miriam vio una nota encima de la cama diciéndole que no podía vivir en un mundo donde ya no le quedaba nada a lo que querer o apreciar mas que a su amor verdadero y que si leía esto es que estaba muerta porque se tiraría desde la azoe mas alta de la ciudad.

                                                                                                                                  Roger Roca Navarro



Me adentré en el bosque e, inmediatamente desapareció la claridad, que fue remplazada por las inmensas sombras de los árboles. El bosque era muy denso, así que había humedad, y las grandes copas no dejaban pasar la luz del sol.  Recuerdo que cuando era pequeña no me gustaba venir aquí para nada, pensaba que era un lugar demasiado triste, sin vida. Pero después ya no era así en absoluto, venía cada día a leer, la tranquilidad que se respiraba aquí era única, y lo sigue siendo.
Me dispuse a empezar a leer, estaba junto a un lago, y por curiosidad me acerqué a observarlo. El agua era cristalina, me veía a mi misma reflejada. Después de unos pocos segundos, la imagen empezó a cambiar, y en una imagen que no era la mía. Del susto, me aparté rápidamente. Decidí volver a mirar, pensaba que eran imaginaciones mías. Pero no era así, no me lo estaba imaginando, realmente había el rostro de un hermoso joven. Me miraba con cara de asombro. Empezó a mover los labios, y me dijo: “¿Qué haces allí?, ¿Quién eres?”. Y yo le seguí la conversa. Al parecer él tampoco sabía que pasaba y porqué pasaba, es decir, él también me veía reflejada en un lago, como si fueran mundos diferentes.
Seguí volviendo cada tarde al lago, y cada vez nos cocíamos más, y también nos enamorábamos mas, esperaba ese momento del día con impaciencia. Pero sabía que no iba a poder aguantar cada día de mi vida así, sin poder verle en persona, sin poderle tocar nunca. Tanto era el sufrimiento, que decidimos quitarnos la vida. Nos suicidamos uno al frente del otro, mirándonos a los ojos.
                                                                                                                       Dayana Velásquez García.
                                                                           



Vivía con su familia en la casa de enfrente. Íbamos a la  misma escuela y pasábamos largos ratos juntos cada día. Llegó a ser una persona muy importante en mi vida con el paso de los años, y como suele pasar, al final me enamoré. Y podría habérselo dicho, podría haberle contado todos mis sentimientos… Pero ella era diferente, alegre, e inteligente, y eso hacía que todos los chicos del pueblo, incluso los mayores, estuvieran tan enamorados de ella como yo. Así que acabé aceptando que era un amor imposible, y me olvidé de ella.
A partir del momento en que me alejé de Amelia, para poder desprenderme de todo lo que quería olvidar, ella me fue abandonando a mí también. Poco a poco nos volvimos desconocidos y nuestros caminos se separaron, para siempre, cuando con su familia se fue a vivir a Polonia.
El tiempo pasó y yo llegué al final de mi adolescencia. Amelia era un recuerdo del pasado ya sin importancia. Hasta el día en que la volví a ver: había vuelto para pasar unos días en la casa que aún conservaban. Pero en el momento en que la reconocí, me di cuenta de que ya no era la misma. Su rostro se había vuelto pálido, como una hoja de papel, había adelgazado muchísimo, y la alegría que irradiaba siempre había desaparecido por completo.
No fui capaz de ir a hablar con ella, pero tampoco me hizo falta. En el pueblo solo se hablaba de su vuelta, y durante la cena, ese mismo día, mamá contó que los años fuera del pueblo sólo le habían traído desgracia: había perdido a sus padres y a su hermana pequeña en un naufragio y los dos últimos años los había pasado vagabundeando sola por el mundo.
Mi cuerpo se inundó de pena hacía ella, y con la pena, volvió el amor que algún día había sentido.
A la mañana siguiente me desperté temprano y me dispuse a ir a su casa. Esta vez no me volvería a pasar lo mismo, me plantaría delante de ella y le diría todo lo que sentía. Esta vez sí, no pensaba darme por vencido. La sacaría de la miseria en la que se encontraba hundida y le devolvería todo lo que le habían quitado. O al menos todo lo que yo pudiera devolverle.
Llamé a la puerta de su casa, esperé un largo rato, pero nadie contestó. Supuse que habría salido a pasear, así que volví a mi casa con la intención de probar suerte de nuevo esa misma noche.
No fue así.
Con el atardecer llegaron las noticias. Habían encontrado el cuerpo de Amelia entre las rocas de los acantilados. Muerta. Dicen que se dejó caer en las olas, voluntariamente… No soy capaz de imaginarme a esa bella flor pálida balanceándose en la mar... Se fue sin despedirse de nadie, sin una sola carta, nada. Pero supongo que ya no le quedaba nadie. Porque yo nunca fui nada para ella.

Júlia Prieto Gil     

DESPUÉS DE AÑOS

Hace días que siempre que nos encontrábamos empezábamos a discutir, pero no me imaginaba que llegaría hasta ese punto, un día por la mañana cuando salí de casa me encontré a Laura, que ella también salia de su casa, me miro con una cara de odio como si no fuera la que hace unos días era mi mejor amiga, a la que le contaba mis secretos y ella los suyos, no dude en hablarle y intentar resolver nuestro desacuerdo, pero en cuanto empecé a abrir la boca para hablar se fue corriendo por las escaleras para que no tenga que hablar conmigo, pero yo la intente seguirla, y se fue corriendo aun más. Siempre que recuerdo esa escena me cogen ganar de llorar y el deseo de no haberla conocido ni que fuera mi amiga. Oí, Oí su grito de despedida, su último grito, se fue rodando por las escaleras, hasta que ya no oía su grito, tampoco podía bajar las escaleras, al cabo de unos cuantos minutos decide bajar para verla, cada escalera que bajaba mi corazón dejaba de latir, mis pensamientos y mis sensaciones me hacían pasar por dos cosas a la vez, mi sensación me daba la esperanza de encontrarla viva pero mi pensamiento me decía lo contrarió.

Al llegar, estaba allí, muerta, muerta!

Aun que ya hayan pasado años siempre recuerdo ese momento y siempre sueño que me odia y que quiere vengarse de mi. La veo en todas partes. He intentado suicidarme pero tenia el miedo de encontrarme con ella y también no podía dejar a Juan, se que el me ha querido y que me quiere no podía hacerle sufrir. Pero un día me lo encontré en parque, nos saludamos y nos sentamos en una cafetería que estaba por allí, pero dentro de un rato, me dijo algo que no esperaba en ese momento, me declaro su amor, aun que yo supiera que el me quiere me sorprendí mucho, pero con el miedo de Laura le rechacé, él me miro a los ojos y vi que le cayo una lagrima, y se fue corriendo, quería llamarle y decirle que yo también le quiero pero el miedo me superaba.

Esta noche fue muy dura para mi, tenía dos imagines en la mente la Laura muerta y la lagrima de Juan, pero al final conseguí dormir entonces tuve un profundo sueño, era Laura como siempre pero deferente su cara ya no era la de costumbre era la de cuando eramos las mejores amigas, me miro y sonrió por vez primera en mis sueños, me aconsejo como hacia cuando eramos amigas, me dijo que no tengo que sufrir ya, que viviera mi vida feliz con Juan, que nada me estropee la felicidad y me desperté, aun era de noche no pude dormir, y por la mañana me levante de la cama que era el momento que yo esperaba desde la noche, me vestí y fue corriendo hacia la casa de Juan, todo el camino me lo pase pensando en el momento de llegada, pero cuando llegue la imagen que yo esperaba no era esa, sus padres estaban allí llorando, la ambulancia.

Y Juan, estaba allí, muerto, muerto!

Se tiro por la ventana, pero me dejó una carta, en cuanto la lee no sabia se pudiera vivir más.




Meryeme El Hantlaoui




MUERTE TRAS LAS FRONTERAS
Corría el año 1920 yo era un hombre que pertenecía a la alta sociedad. Mis conciudadanos me conocían con el nombre de Abelard
Fui  un revolucionario que fui expulsado de mi propio país como un revolucionario  me exilie a Francia .Como no tenía dinero me hice  pasar por un campesino.
Durante muchos años fui una persona muy sociable. Pero al cabo de un tiempo me vinieron de nuevo las ansias de revolucionario. Cuando le conté esto a mis amigos se rieron de mi y me dejaron de lado.
Mis ideales eran buscar ante todo la libertad y la importancia del individuo nunca conformarme con lo que no estuviese de acuerdo revelándome ante  aquella realidad. Los ideales de mi nación , Alemania , por las noticias que recibía , estaba muy lejos de todo esto ,ese no era el nacionalismo que yo soñaba :la valoración de la lengua de las costumbres y de las tradiciones de cada país .Cada noche , al final del trabajo ,mirando al cielo recuerdo las antiguas leyendas , novelas e historias que mis mayores me contaban …¡Aquella sí que es mi amada Alemania!
Por aquel tiempo  me enamore de la mujer del tabernero. Ella era como una flor rodeada de espinos, atractiva a mi vista pero inaccesible ya que su marido impedía que yo me acercase a ella .El era un borracho ,un alcohólico y un infiel. Pero mis deseos por conseguir a esta dama me hacían más fuerte.
Un día hice un miting en la plaza del pueblo; estaba toda la gente allí y ella también .Fue uno de los discursos más bonitos y comprensibles que había hecho .Al acabar bajé y hablé con ella a solas, mientras hablábamos me beso. Uno de mis mejores   amigos me traicionó porque él también estaba enamorado de ella. Cuando lo supo su marido fue hacia Julia y le pegó, quería que no se acercara a mí y para que eso se cumpliera pretendía matarme. Uno de mis amigos más fieles me lo conto y me marche a Alemania a mi país natal; pero la muerte me perseguía.
Llegue a Alemania y fui arrestado e inmediatamente fusilado porque pensaban que volvía para hacer una revolución .Solo estaba huyendo de allí mas acabo mi vida .Siempre quise a Julia y nunca renuncie a mis ansias de volver a verla.

Carles Alcañiz Juanpere

El viento cálido y suave típico de una mañana de primavera hacía bailar las flores de los árboles e incluso conseguía arrastrar alguna hoja hasta el suelo. A través de los grandes ventanales veía el jardín, un jardín que en unos pocos días sería suyo. El jardinero podaba unos arbustos con dificultad, porque minutos antes se había cortado en el dedo meñique. Un sirviente que aún no conocía colocaba algunos nenúfares frescos en la fuente de agua cristalina- Otro se preocupaba de no caerse de la silla mientras limpiaba con esmero la estatua griega. Ya comenzaban los preparativos del jardín. Ella ya se había probado el vestido unos meses antes: blanco, con algunas flores secas en los encajes  y un velo que alguien le sujetaría. Estaría realmente preciosa. Eulalia se giró y se vio reflejada en el espejo de la habitación. Tenía unos ojos profundos y bonitos, como el cielo de aquella misma mañana. Su nariz diminuta dejaba paso a unos labios carnosos y rojos, que tenía el vicio de morder. Su piel blanquecina contrastaba con su cabello pelirrojo, largo y rizado. La mujer se miró bien. Se preguntó si realmente estaba preparada para casarse. En aquel momento, Vicente entró en la sala. Aún se ponía los gemelos en sus puños. Miró a la que iba a ser su mujer y sonrió. Era preciosa. Él estaba realmente enamorado de ella. Siempre pensaba en ella, siempre quería estar con ella. Estaba loco de amor.
-Mi hermano ya ha llegado- le murmuró al oído, como siempre hacía. Eso a él le gustaba: podía oler el perfume de Eulalia y rozar su largo pelo. Ella asintió, y se dispusieron a bajar al salón principal. Allí, sentado en un sillón, estaba Santiago. Al verlos, se levantó. Dio un fuerte abrazo a su hermano y después se quedó mirando a Eulalia. Ella también lo hizo. La mirada penetrante de la chica topó con los ojos color café de Santiago, y pasaron algunos segundos mirándose, sin decir nada. Vicente miraba perplejo la situación. Nadie se movía. Su hermano y su mujer seguían quietos. Por fin, Santiago dijo: “Encantado, Eulalia”.
Vicente aprovechó la visita de su hermano para ir a cazar con él. Pasaron aquella tarde en el bosque, y al final consiguieron traer algo para la cena. Eulalia, sentada al lado de su marido en la mesa como de costumbre, comía absorta en sus pensamientos mientras los otros dos charlaban de sus intereses. Después pasaron al salón, donde, mientras los dos hermanos bebían una copa de licor, ella tocaba para ellos. El piano, a veces, era su manera de expresarse. Tocaba muy bien, y su manera de jugar con las notas era divina.
Era una noche de luna llena. Se podía ver reflejada en las aguas cristalinas de la fuente con nenúfares. Eulalia, con la excusa de su cansancio, se despidió de su amado, y del que pronto iba a ser su cuñado y se marchó hacia su habitación. No pasó mucho rato hasta que Santiago, a su turno, también se marchara a descansar. Vicente estaba solo, aún con la copa en la mano, pero ya vacía. Se levantó para servirse más licor del que había traído su hermano. Aprovechó para mirar por la ventana. Empezaba a llover, y se podía distinguir incluso algún trueno. Pensó que ya era hora de irse a la cama, y con un sorbo, se acabó la bebida y apagó las velas. Cuando se dirigía a la habitación de su mujer para ver como estaba, oyó voces. Venían de dentro. No distinguía con claridad lo que decían, por lo que se acercó más a la puerta cerrada.
- Te he pedido que te vayas, Santiago. Por favor, imagínate que llega Vicente. ¿Qué le contamos?
- Pues la verdad, Eulalia. Que tú y yo estuvimos enamorados durante muchos años y que planeamos nuestra boda para cuando yo volviera del frente. Pero me dieron por muerto, y tu familia te hizo emparejar con Vicente, sin saber que era mi hermano. Yo aún te quiero…
Cuando Vicente oyó aquellas palabras, no pudo contener su ira. Eulalia lo era todo para él, no podía perderla. En un arrebato, cogió una espada antigua decorativa de la pared, entró, y sin dudar, la empuñó en el pecho de su hermano. Eulalia cayó al suelo con él, sollozando y gritando. Vicente se dio cuenta de lo ocurrido. No supo como reaccionar. Cayó de rodillas y tiró el arma.
Eulalia no volvió a hablar. No volvió a sentir ni a expresarse. Sentada en un sillón al lado de la ventana, se limitaba a contemplar el cielo, día tras día. No servían las visitas diarias de Vicente ni las flores que le llevaba cada mañana. Ella solo tenía la esperanza de reunirse con su querido Santiago.

Carla M. Clúa Alcón
En el abismo.

El otro día llegó. Llegó la carta en la que nos invitan a mi familia y a mi a la unión de Johanna Anderson y Erich O'Connor. Johanna, mi Johanna, la que me vió nacer, la que me enseño a leer y escribir y sobretodo la que me mostró que era sentir este sentimiento llamado amor. Su piel blanca y sus cabellos, siempre al viento, negros como el carbón deslumbraban cada mañana al entrar en la sala donde mi hermano mayor y yo impartíamos clase. Todo era feliz hasta que nos dió la noticia. En ese momento todo se volvió negro y en mi pecho sentí un gran dolor, un dolor que se multiplicó al declararle mis sentimientos unos días más tarde los cuales ella rechazó por ser su alumno, aclarando también que era demasiado tarde, y ahora sin más, va a casarse con un hombre, uno que no soy yo.
Mi dolor es cada día mayor y yo no puedo soportarlo más. Mi vida no es completa, está vacía...Así que en este momento estoy frente el abismo a punto de quitarme la vida, rezando para que Johanna pase una vida próspera y que ese hombre la haga más feliz de lo que yo la hubiera echo nunca.

Farners Miró.

sábado, 7 de enero de 2012

La vuelta al cole...con mis mejores deseos

 Miguel Sánchez Robles

Formados los deseos a menudo en el vicio
miraba sin bondad por la ventana
la extensa confusión de tierra roja.
oscilando profunda su lisura
y todo era un elogio silencioso,
un socavón de miel inexpresivo.

Tardes exactas de sabor a metal.
Un puntapié verbal rompía el silencio.
El lápiz circulaba libremente en los ángulos
y acechaban dibujos en los cronos.
Allí estaban los niños de sonrisa impecable
y gestos imprecisos por las bancas más últimas.

Voces aglomeradas hilvanando la tarde.

Moría el otoño a ráfagas
con aves elegantes ovillando bravura
entre los aires dulces del cerezo.

Tardes de olor a tiza,
trajines vanidosos de gramática,
la pizarra encendida con los números,
la h intercalada,
el adverbio de tiempo
y un balbuceo de ojos sin destinos concretos.
Tardes gemelas en mínimos sucesos
tentando la discordia de ingenuo corazón embelesado
para intuir historias de preámbulos lentos
o incómodos latidos de desidia pequeña.

Libros abiertos y alfileres de tinta,
novenos menesteres de academia,
el álbum salpicado de flores arrugadas,
modesto caos de manos,
soñar sobre soñado
y una traviesa inclinación al devaneo.



Ana María Matute

Había un niño que no sabía jugar. La madre le miraba desde la ventana ir y venir por los caminillos de tierra con las manos quietas, como caídas a los dos lados del cuerpo. Al niño, los juguetes de colores chillones, la pelota, tan redonda, y los camiones, con sus ruedecillas, no le gustaban. Los miraba, los tocaba, y luego se iba al jardín, a la tierra sin techo, con sus manitas, pálidas y no muy limpias, pendientes junto al cuerpo como dos extrañas campanillas mudas. La madre miraba inquieta al niño, que iba y venía con una sombra entre los ojos. «Si al niño le gustara jugar yo no tendría frío mirándole ir y venir». Pero el padre decía, con alegría: «No sabe jugar, no es un niño corriente. Es un niño que piensa».

Un día la madre se abrigó y siguió al niño, bajo la lluvia, escondiéndose entre los árboles. Cuando el niño llegó al borde del estanque, se agachó, buscó grillitos, gusanos, crías de rana y lombrices. Iba metiéndolos en una caja. Luego, se sentó en el suelo, y uno a uno los sacaba. Con sus uñitas sucias, casi negras, hacía un leve ruidito, ¡crac!, y les segaba la cabeza.