Él, otra vez él, el chico que siempre veo, se tumba en la hierba y sueña en
cosas fantásticas, se despierta y se va. Todos los días hace lo mismo.
Hoy con diferencia, ha venido muy
pensativo, con un papel, un bolígrafo y su manta roja de siempre, aunque está
como más alterado. Se ha asustado y, lamentándolo mucho se ha puesto a
escribir, no sé que pone en esa carta pero parece hacerlo con mucho entusiasmo.
Llora desconsoladamente. Nunca lo había visto así.
Desde aquí, mi casa, puedo verlo cada día,
pero nunca me he atrevido a preguntarle nada. -
¿Y si voy y le pregunto qué le pasa? No da igual, pienso entre mi-. Veo que se va y digo, ahora es el
momento; ¿ A ver que estará escribiendo para estar tan triste? Voy hacia allí,
me acerco a su manta y leo lo que pone en esa carta.
Hoy, 11 de mayo de 2003, escribo esta carta para
que sepas lo mucho que te quiero, lo mucho que he pensado y soñado en ti.
Seguramente no sabrás ni quién soy, ni cómo y porqué te conozco, pero me da
igual, no me importa esto. ¿Sabes?, soy Bernardo
y tengo 26 años, te vi en la Calle Mayor el día de tu aniversario. Te miré y
pensé que eras la mujer perfecta, aunque no para mi, para mí ya eres demasiado.
Durante todo este tiempo he estado pensado en ti, intentando poder verte alguna
vez más, pero no he podido. Pienso que podría ser el destino, que tal vez no
debamos conocernos nunca, así que haciendo caso a la realidad, en vez de a mis
fantasías, puedo jurar que ya no nos veremos más. En esta carta que espero que
leas, te expreso todos mis sentimientos, una gran parte de mí, de mi vida.
Sé que después de leer esta carta,
tu vida va a seguir igual, vas a encontrar un gran caballero que te hará feliz,
pero no me olvides princesa Valeria, no lo hagas.
Podrías pensar que estoy loco,
que por qué hago esto, si no va a servir para nada, no nos veremos nunca, pero
yo te esperaré. Te he esperado, aun que no lo suficiente, pero no puedo vivir
pensando que cualquier día podré verte por estas calles paseando con otro gran
hombre, bien vestido y con corona.
Adiós Amor, adiós Valeria…
La dejo encima de la manta, tal y cómo estaba y me voy. Es una carta de
despedida, va al cielo por amor. Veo que él viene, con una caja entre las
manos, mete la carta dentro de ella y la lleva delante del castillo de la
amada, un poco lejos de allí dónde escribe. Al cabo de un rato, vuelve con la
cabeza gacha y, con desánimo sigue un camino que llega a un lugar del que no se
vuelve; un vacío precipicio…
Alumna: Júlia Estivill